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Alocución del Presidente de la Cámara de Representantes y Presidente de la Asamblea Parlamentaria de la Unión para el Mediterráneo

10/10/2022

Querida colega Meritxell Batet Lamaña, Presidenta del Congreso de los Diputados de España y Vicepresidenta de la Asamblea Parlamentaria de la Unión para el Mediterráneo,

Estimada colega Eva Kaili, Vicepresidenta del Parlamento Europeo y Vicepresidenta de la Asamblea Parlamentaria de la Unión para el Mediterráneo,

Estimado colega Mohammed Abou Al Enein, Vicepresidente de la Cámara de Representantes de la República Árabe de Egipto y Vicepresidente de la Asamblea Parlamentaria de la Unión para el Mediterráneo

Señores Embajadores,

Señoras y señores,

Quisiera en primer lugar expresar mi gran orgullo por encontrarles una vez más en Rabat, capital del Reino de Marruecos. Les doy la bienvenida en la Cámara de Representantes, agradeciéndoles acceder a nuestra invitación a participar en la segunda reunión de la Mesa de la Asamblea Parlamentaria de la Unión para el Mediterráneo bajo la presidencia marroquí.

Estimada/os colegas,

Señoras y señores,

La Mesa de la Asamblea Parlamentaria de la Unión para el Mediterráneo se reúne en un contexto regional e internacional muy difícil, que se complica aún más debido a la sucesión de los acontecimientos, los conflictos armados, las crisis y la disminución de la confianza en las relaciones internacionales. No estoy exagerando si diría que el mundo no había vivido las crisis y los retos a los que se enfrenta la comunidad internacional desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Tras la pandemia de COVID-19, cuyas repercusiones sanitarias, sociales, económicas y psicológicas han afectado al mundo, las consecuencias de los desequilibrios climáticos que producen fenómenos contradictorios se agravan, a saber, una sequía aguda y un aumento sin precedentes de las temperaturas, por una parte, y las inundaciones y los huracanes, por otra parte.

Sin embargo, la esperanza de la humanidad era que las economías se recuperen y se lancen nuevas dinámicas en los intercambios internacionales, pero la agravación de los conflictos regionales y el estallido de un nuevo conflicto en el Este de Europa han frenado todas estas dinámicas y ha dominado el sentido de cautela ante la guerra, lo que ha provocado un agudo choque energético y de gran alcance que todos conocemos su coste y sus consecuencias. Las repercusiones de la guerra en Europa han afectado a los mercados, donde prevalecen la obsesión, la incertidumbre y la desconfianza en el futuro, lo que ha tenido un impacto en la producción y el abastecimiento, ha contribuido a aumentar los precios de los productos básicos y ha reforzado las dudas sobre la seguridad alimentaria, con todas las consecuencias que esto tiene en la estabilidad social tanto en el Sur como en el Norte.

Creo que no divergimos en reconocer que nuestra región euromediterránea es considerada una de las regiones geopolíticas más afectadas por estos contextos internacionales y regionales volátiles en ocasiones e inestables en otras.  En efecto, los nuevos factores han profundizado el sufrimiento de la región y han empeorado su situación, ya que es el espacio geopolítico que ha sufrido y sigue sufriendo más que los otros espacios los factores y aspectos de inestabilidad.  Nuestra región es el escenario de los conflictos y guerras más antiguos y peligrosos de la historia contemporánea, y en su contexto y en torno a ella se desatan conflictos armados internos en más de un país, y sus pueblos son más vulnerables al flagelo del abominable terrorismo, el extremismo y la violencia condenada por todas las religiones, culturas y civilizaciones. La cuenca del Mediterráneo y sus países sufren más que otros las repercusiones de los desequilibrios climáticos, en la que aumenta la escasez de agua, disminuye la cubierta forestal, se usan de manera abusiva los suelos y se contamina cada vez más el agua del mar, teniendo en cuenta que todo esto socava los proyectos y planes de desarrollo sostenible y la calidad de vida.

Todo ello redunda en la profundización de las disparidades dentro del mismo país y entre el Norte y el Sur de la cuenca mediterránea, así como la agudización de la migración irregular e insegura, con todas las tragedias diarias derivadas de este fenómeno.

 

Estimada/os colegas,

Señoras y señores

Sin lugar a dudas, compartimos la misma apreciación y evaluación de la naturaleza de las amenazas y los desafíos a los que nos enfrentamos juntos. De hecho, compartimos la misma ansiedad y desesperanza sobre el futuro a la luz de la evolución de los acontecimientos, así como la misma responsabilidad por el presente y el futuro.

 

Pero, establezcamos políticas y visiones parlamentarias nuevas y arraigadas, y nos esforcemos por adoptar mecanismos de asociación que sean compatibles con los acontecimientos sucesivos y estén a la altura de los graves desafíos a los que nos enfrentamos.

De este modo, el lanzamiento del proceso de Barcelona en 1995 ha devuelto la esperanza en un espacio de prosperidad común en la región euromediterránea, que se reforzó en 1998 con el lanzamiento del brazo parlamentario de este proceso en el marco del Foro Parlamentario Euromediterráneo, y posteriormente la Asamblea Parlamentaria Euromediterránea en 2004, que más tarde se convirtió en el brazo parlamentario de la Unión para el Mediterráneo. Lancemos nuevas iniciativas que inspiren esperanza a nuestros pueblos y les permitan confiar en la eficacia de la asociación euromediterránea y poseer los valores comunes entre nosotros.

En consecuencia, como brazo parlamentario de esta asociación, estamos llamados a ser previsores y proactivos y a contribuir a la prevención de la reproducción de los conflictos.  No existe un desarrollo ni una democracia, sin una seguridad común y una paz sostenible.

En segundo lugar, estamos obligados a corregir nuestras percepciones respecto a una serie de fenómenos sociales, especialmente el fenómeno de la migración irregular.  A este respecto, deberíamos ser muy conscientes del papel de los países del Sur en la prevención de la migración, con todos los costes que esto conlleva, y con la apreciación del esfuerzo y el costo de la integración de los migrantes y de la regularización de su situación (el informe emitido la semana pasada por la Unión Europea, que saluda los esfuerzos del Reino de Marruecos en materia de migración es un testimonio útil para estimar este costo).  Debemos actuar ante este fenómeno, desde la perspectiva de que estamos en un enfrentamiento y conflicto contra las bandas de trata de personas y tragedias de los pueblos, y no con los migrantes que son empujados a emigrar debido a la pobreza y la inseguridad.

Por otro lado, las élites políticas están obligadas a hacer frente a los discursos de odio y los discursos que convierten la migración en objeto de pujas electorales.

En tercer lugar, en todos los contextos, estamos llamados a defender la democracia institucional que se fundamenta en el multipartidismo, las Constituciones, las leyes acordadas y el imperio de las urnas libres y transparentes. Las instituciones democráticas son la incubadora de todos y las protectoras contra los peligros del fanatismo, la introversión, el extremismo y los totalitarismos que prosperan en el contexto de las crisis y amenazas.

En cuarto lugar, siendo una cuestión fundamental y convergente, debemos hacer frente a toda tendencia, política o movimiento que atente contra la seguridad de los Estados, su integridad territorial y su soberanía, ya que no existe una amenaza más grave que las manifestaciones de secesión y los planes de desintegración de los Estados. Se trata del terreno fértil para el resurgimiento del terrorismo y el sectarismo, así como para la reproducción de la violencia y los Estados fallidos.

No cabe duda de que el carácter pluralista de nuestra organización multilateral, que goza de la legitimidad democrática, los poderes institucionales, jurídicos y simbólicos y la diversidad de sus componentes políticos, contribuirá a lanzar iniciativas proactivas en el horizonte al que he hecho referencia, en consulta con los Gobiernos y con la implicación de las organizaciones de la sociedad civil y la opinión pública.

Estimada/os colegas

Debemos tener en cuenta el valor de que la región del Mediterráneo retome su papel fundamental, histórico y de civilización en los intercambios y la estabilidad mundial, así como en la restauración de la confianza en las relaciones internacionales en un contexto internacional turbulento y relaciones internacionales tensas.

Si esta confianza se vuelve más relevante debido a la creciente tendencia a establecer un sistema multipolar, la solidaridad entre el Norte y el Sur, actuar sobre la base de la responsabilidad compartida y el cumplimiento de los compromisos, siguen siendo puntos de entrada indispensables. La preocupación de nuestros socios del Norte por los acontecimientos en Europa del Este no debe desalentar su interés por la Asociación euromediterránea, que debe renovarse en consonancia con los nuevos contextos. La estabilidad, el progreso y el desarrollo de los países del Sur están entre las palancas de la prosperidad y la estabilidad de Europa.

En las instituciones legislativas, debemos inspirar esperanza en esta asociación, que debe impulsar proyectos que tengan un impacto concreto en nuestros pueblos. Debemos colaborar política, cultural e institucionalmente para que nuestra región recupere el espíritu de Fez, Granada, Alejandría, Córdoba, Atenas y, más recientemente, el espíritu y las ambiciones de Barcelona.

Les doy de nuevo la bienvenida y las gracias por su atención.