Señor Presidente de la Cámara de Consejeros,
Señor Presidente del Consejo Económico, Social y Medioambiental,
Señoras y señores Presidentes de las Instituciones Constitucionales y las Instancias de Gobernanza,
Señoras y señores Ministros,
Señoras y señores parlamentarios,
Señoras y señores
Es un placer para mí, en nombre de la Cámara de Representantes, participar en el 7. º Foro Parlamentario Intencional sobre la Justicia Social, que este año se celebra en asociación con el Consejo Económico, Social y Medioambiental, y que se centra en la inversión en el capital humano, que es el centro de la justicia social. Por ello, quiero agradecer a mi estimado amigo y colega, Enaam Mayara, Presidente de la Cámara de Consejeros, por haber invitado a la Cámara de Representantes a participar en un debate sobre una problemática que está en el centro de la agenda nacional.
Lo que refleja la importancia central de este tema en el Marruecos de hoy, tal como dos decenios antes, es el Alto Patrocinio prestado por Su Majestad el Rey Mohammed VI, que Dios le asista, a este Foro, quien ha hecho desde su acceso al Torno del desarrollo humano, la inversión en el capital humano y la salvaguardia de los derechos humanos fundamentales, dotándoles de un significado económico y social, una prioridad para Su Majestad. La Iniciativa Nacional de Desarrollo Humano, impulsada por Su Majestad desde mayo de 2005, según sus logros y resultados, es una de las políticas que marcan el reinado de Su Majestad.
Las prácticas y experiencias históricas han evidenciado que ninguna nación ha avanzado o progresado sin colocar al elemento humano en el corazón de sus retos y sin invertir en este en lo que respecta a la enseñanza, la educación, la formación y el entretenimiento, así como en lo que se refiere a la prestación de los servicios sociales con la calidad requerida. El empoderamiento económico y social del ser humano y el trabajo generador del ingreso, tranquilizador para el futuro, son los factores que facilitan su participación en el desarrollo y la producción y en la gestión de lo público, teniendo en cuenta los impactos positivos de esto en la estabilidad social y el fortalecimiento de la edificación institucional en el marco de un Estado que protege los derechos y vela por los deberes.
Nuestro país se ha apoyado en sus tradiciones, cultura y rica historia para construir un modelo social basado en la solidaridad, la cohesión y el interés por el ser humano. Este modelo se ha reforzado, cuyo proceso de realización se ha acelerado y se han multiplicado sus aspectos desde hace más de dos décadas, bajo una solicitud real continua en términos de concepción e implementación en la realidad.
Como he mencionado anteriormente, la Iniciativa Nacional de Desarrollo Humano se considera uno de los pilares fundamentales de este modelo social, pues se orienta con sus proyectos y moviliza sus potenciales para luchar contra la vulnerabilidad, facilitar la escolarización -especialmente la de las niñas en el mundo rural-, orientar las iniciativas de la economía social y solidaria generadoras de ingresos, proporcionar el agua potable en el mundo rural, construir y gestionar las instituciones de protección social, reinserción y formación.
A fin de institucionalizar las intervenciones públicas en los servicios sociales, nuestro país ha logrado garantizar la cobertura médica para más de 23 millones de personas que se benefician de este régimen de manera institucionalizada y estructurada, lo que asegura el servicio médico público en el marco de las normas jurídicas modernas. Al considerar los fondos asignados, los recursos humanos y las infraestructuras necesarias para este logro, debemos reconocer su justo valor y estar orgullosos de ello, especialmente en el contexto en el que se ha llevado a cabo. Se trata, ante todo, del contexto de las guerras y crisis mundiales sucesivas y de sus conocidas repercusiones. Se trata, ante todo, de una obra tangible que requiere que sigamos movilizándonos de manera conjunta en todas las instituciones y desde todas las posiciones de responsabilidad para reforzarla, mejorarla y permitir que el ciudadano la sienta como una realidad.
Se trata, asimismo, de una suave revolución en la oferta y la cobertura de salud en nuestro país, así como de un proyecto que consagra la solidaridad, la ayuda mutua y la cohesión social, y otorga al derecho a la salud su sentido concreto, lo que pueda mejorar los índices del servicio de salud y crear cambios positivos en la relación del ciudadano con el servicio público.
Señores Presidentes,
Señoras y señores Ministros:
Señoras y señores:
Acordemos valorar, capitalizar y basarnos en este logro, teniendo en cuenta que hay un esfuerzo necesario por desplegar, políticas públicas a implementar y medios financieros, humanos y materiales que deben asegurarse para ganar nuestro desafío estratégico, estamos llevando a cabo lo que se requiere para lograr el Estado de protección social. Al mismo tiempo, debemos estar de acuerdo en que la inversión en y para el capital humano consiste en lo que es más global. Nuestro objetivo colectivo es construir una persona que mantenga sus valores nacionales, que esté abierta al mundo, que defienda sus instituciones, que participe en la gestión de lo público, que sea independiente en su pensamiento y que tome sus decisiones con convicción y conciencia. En un mundo abierto en el que todas las barreras intelectuales han desaparecido gracias a las tecnologías de la información, a veces los valores positivos son ocultados y otros hibridados debido a la desinformación y a las falsas informaciones que se difunden.
Ante esta situación, los discursos de introversión, de intolerancia, de rechazo del otro, de extremismo y de tendencias aislacionistas se multiplican. Se trata de un fenómeno global que, posiblemente, no excluye a ninguna sociedad. Se plantea aquí la cuestión de la internalización de los valores sociales positivos, los de pertenencia a la nación, solidaridad y cohesión, producción, trabajo, iniciativa, innovación, competencia leal, meritocracia y no dependencia. Se trata de valores arraigados en Marruecos que merecen ser exaltados y restaurados en nuestras relaciones. Pero lo fundamental es invertir en las políticas públicas y en los espacios y canales que las producen, las consagran y las difunden, lo que es una inversión estratégica y productiva en el elemento humano. Se trata de invertir en la educación, la formación, la enseñanza, la cultura y la innovación, es decir, en la escuela, el colegio, la universidad y la investigación científica. En consecuencia, el importante y voluntario gasto público en la educación y la formación debería tener el efecto tangible deseado que tenga en la mejora de los indicadores del sector. Si logramos este desafío de reestablecer el papel central de la escuela y de la universidad en la sociedad, y en la estructuración de los valores, sin duda obtendremos resultados positivos en todos los sectores.
Se trata, asimismo, de restablecer el papel fundamental de la familia en la educación sobre el espíritu de Tamgharabit (maroquinidad), cuya esencia es la disciplina, la fidelidad, el respeto, la perseverancia y la sujeción del derecho al deber.
En tercer lugar, estos medios de comunicación deben regular el debate público y contribuir a la concientización nacional, a la consolidación de la diferencia y a la construcción de la personalidad nacional.
En este contexto, no discrepamos en lo que se nos requiere hoy, de manera urgente, es decir, regular el uso de las nuevas tecnologías en la comunicación en términos de contenido, discurso y uso de la tecnología en la administración y la vida pública.
Además, estamos obligados a estar atentos a lo que se consume en términos de contenido, especialmente por nuestros jóvenes. La reciente opinión del Consejo Económico, Social y Medioambiental sobre las noticias falsas y el reciente estudio psicológico de la Cámara de Representantes sobre los valores nos están dando motivos de alarma e incitándonos a adoptar las políticas y leyes necesarias para revertir las tendencias en estos dos campos, estimulando el uso positivo de las tecnologías de comunicación.
Ante los retos a los que se enfrenta nuestro país, debemos fortalecer nuestro compromiso con nuestros valores marroquíes compartidos, profundamente arraigados y abiertos al mundo y a sus culturas. Si esto es lo que sustenta y fortalece nuestra unidad y nuestra movilización en torno a nuestros fundamentos nacionales, el trabajo en este ámbito, incluyendo la inversión en el ser humano, debe estar basado en pilares materiales sólidos, de lo contrario carecerá de permanencia y sostenibilidad. En consecuencia, la protección de los derechos y valores mencionados en la Constitución del Reino, que se encuentran muy desarrollados, sigue siendo un objetivo a mejorar, ampliar, consolidar y acelerar. Por consiguiente, es preciso asegurar el empoderamiento de las mujeres y garantizar sus derechos sobre la base de la igualdad, la equidad y la independencia, integrarlas en la dinámica económica y social, y facilitar su participación en las responsabilidades públicas, representativas y ejecutivas, dado que es absurdo seguir suspendiendo el papel de una parte esencial de la sociedad.
Dado que la inversión en el ser humano es una inversión en el futuro, la inversión en la juventud es una responsabilidad pública que nosotros, en todas las instituciones y todas las autoridades, debemos asumir para que sea convergente en las políticas públicas, en su planificación, en su puesta en marcha y explotación, con el fin de sembrar la esperanza en el futuro, evitar la frustración y hacer de la juventud la iniciadora del empresariado y la producción.
No obstante, el foco en las generaciones futuras no debe hacernos descuidar a las mujeres y hombres que construyeron el Marruecos de hoy, es decir, a las personas mayores, cuyos derechos y cuidados deben protegerse. Se trata de un deber religioso, social y moral, mientras que la protección familiar de los padres sigue siendo una tradición marroquí que no debe descuidarse.
Es correcto que el énfasis en estas dimensiones categóricas, el equilibrio en el cuidado de las generaciones y la dimensión de género social deba estar acompañado de la preocupación por la solidaridad y la justicia espacial. El resultado social del progreso logrado por Marruecos debe incluir a todas las regiones del Reino, con el objetivo de reforzar la cohesión social y territorial, en el marco de un modelo en el que cada uno se sienta parte, en términos de deberes y derechos.
Señoras y señores,
Bajo la dirección de sus tres Reyes, nuestro país logró alcanzar la independencia nacional tras una cruenta batalla que se enseña en el mundo. Más tarde, el Reino logró establecer instituciones y materializar su modelo democrático institucional junto con grandes logros en infraestructuras, como presas, carreteras, puertos y aeropuertos, así como en servicios básicos, como electricidad, agua potable, salud y educación. Es cierto que la preservación y el desarrollo de este modelo marroquí y de este auge se basan en la acumulación y dependen de su apropiación por parte de cada uno y del grado de sensación de los marroquíes que los representa, los beneficia y responde a sus aspiraciones y expectativas. Aquí reside la importancia de la inversión en los recursos humanos.
Aunque se requieren locomotoras sectoriales o espaciales para impulsar el tren de desarrollo, la gran disparidad en los ritmos de desarrollo no contribuiría a alcanzar la cohesión social deseada. De ahí la importancia de la justicia territorial encuadrada e integrada en la justicia social.
Algunos sucesos trascendentales han demostrado que nuestro país tiene un enorme potencial. El último ejemplo es lo que nuestro país ha podido lograr bajo la conducción visionaria y proactiva de Su Majestad el Rey, que Dios le glorifique, en su batalla contra la pandemia de la COVID-19, así como la hazaña de la selección nacional marroquí de fútbol en la Copa del Mundo de Catar, durante la cual los marroquíes, jugadores y aficionados, maravillaron al mundo con un rendimiento sobresaliente. Por otra parte, los marroquíes en el extranjero demuestran que el suelo de Marruecos es un vivero de competencias y talentos de alto nivel. Estos son algunos logros del capital humano marroquí que solo sorprende a aquellos a los que molestan, y que nos consideran indignos de progreso, de democratización y de posicionamiento mundial, ignorando que somos una nación que ha enfrentado, a través de la historia, los imperios más fuertes para que Marruecos continúe siendo un país arraigado con especificidades únicas.
Gracias por su atención