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Alocución del Presidente de la Cámara de Representantes en la sesión inaugural de la 17ª Sesión de la Asamblea Parlamentaria del Mediterráneo

Señor Presidente de la Cámara de Consejeros,

Señor Presidente del Parlamento Mediterráneo,

Señoras y señores Presidentes de los Parlamentos miembros y Jefes de Delegaciones,

Señoras y señores representantes de las organizaciones internacionales,

Excelentísimos jefes y representantes de las Misiones Diplomáticas acreditadas ante el Reino de Marruecos,

Señoras y señores

Es un gran placer para mí participar en la sesión inaugural de la 17ª Sesión de la Asamblea Parlamentaria del Mediterráneo, que nos complace acoger en el Parlamento del Reino de Marruecos. Estamos particularmente felices por acogerles, y les damos la bienvenida, como colegas y hermanos, todos entusiasmados por continuar nuestro trabajo de forma presencial después de lo que la pandemia de COVID-19 ha impuesto al mundo en términos de distanciamiento y restricciones de viaje, mientras nos acoge el mismo espacio, en la tierra del Reino de Marruecos, país que tiene sus raíces en la cuenca mediterránea y que durante siglos ha tenido una fuerte e influyente presencia en la construcción de las civilizaciones del Mediterráneo, y en los acontecimientos decisivos que marcaron la geografía política de esta región mediterránea.

Esta sesión tiene lugar en un contexto regional marcado por conflictos y crisis recurrentes en el sur y este del Mediterráneo, así como en países ubicados cerca de esta cuenca, con todas las tragedias que estos generan para los pueblos de la región y todas sus consecuencias en toda la región euromediterránea. Esta situación se agrava aún más en un contexto internacional marcado por tensiones geopolíticas, principalmente debido a las consecuencias de la guerra en Europa del Este.

En general, la situación actual en el mundo y en la región euromediterránea no es mejor, sino peor que la que motivó el lanzamiento de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en el Mediterráneo (CSMC) a principios de los años 90, y más precisamente la Conferencia de Málaga en 1992, cuyo proceso culminó en 2006 en la creación de la Asamblea Parlamentaria del Mediterráneo, siendo la misma situación en la que se iniciaron las negociaciones de Oslo sobre la cuestión de Palestina y generaron esperanzas de paz y convivencia en Oriente Medio, así como la misma en la que se inició el Proceso de Barcelona de 1995 para superarla.

Todos estos mecanismos se lanzaron con objetivos comunes, que consisten en establecer una paz justa y duradera, luchar contra el terrorismo y erradicar sus orígenes y causas, crear un espacio de bienestar y prosperidad económica comunes, respetar y salvaguardar los derechos humanos, promover la democracia, gestionar la migración de manera humanitaria, hacer frente a las causas de la migración irregular y transferir las tecnologías e inversiones del norte al sudeste del Mediterráneo.

Al echar un vistazo a la situación actual en nuestra región, constatamos que los conflictos en el este y el sur del Mediterráneo y sus alrededores han pasado de un conflicto a varios conflictos armados internos y transfronterizos, especialmente a causa de las injerencias externas en los asuntos de otros, las tendencias sectarias abominables y polarizaciones regionales.

Por otro lado, las disparidades entre el norte, por un lado, y el sur y el este del Mediterráneo, por otro, en términos de ingresos y de acceso a la riqueza, los servicios y la educación, son cada vez mayores, mientras que los conflictos, los desequilibrios climáticos y la pobreza exacerban los fenómenos de migración, desplazamiento y asilo. Las consecuencias de la pandemia de COVID-19 y la guerra en Europa del Este han agravado estas disparidades debido a la subida de los precios de la energía, las materias primas y los alimentos. Como consecuencia, los discursos de intolerancia, introversión y rechazo al otro se multiplican en varios países, aprovechando los flujos migratorios y los actos de terrorismo y violencia, los cuales son rechazados, aislados y condenados por todas las religiones monoteístas, leyes civiles y tradiciones de convivencia.

Recordar estas condiciones y la oscura situación en nuestra región no es un llamamiento al pesimismo o a la desesperación, sino más bien un recordatorio de nuestras responsabilidades con respecto a la persistencia de las mismas condiciones en las que se crearon nuestra organización parlamentaria y sus semejantes en la región, a fin de contribuir a superarlas mediante el diálogo, la cooperación, la solidaridad y, especialmente, el respeto mutuo y la no injerencia en los asuntos internos de los demás.

No obstante, sería injusto no reconocer los considerables progresos y cambios que muchos países miembros de nuestra Asamblea Parlamentaria han logrado en los ámbitos de la construcción institucional, la democratización de la vida pública, la aprobación de Constituciones, el respeto a los derechos humanos, el rendimiento económico y la lucha contra las causas del desequilibrio climático a pesar de las crisis que les rodean o en las que participan.

Pero preguntémonos, mientras estamos aquí reunidos en un foro parlamentario libre y diversificado geográfica, política y culturalmente: ¿Han conducido nuestros desafíos comunes de cooperación Norte-Sur en la región mediterránea a una prosperidad compartida y a una transferencia de inversiones y capitales según la lógica de ganar-ganar, de manera que nos permita abandonar la lógica tradicional basada en la ayuda al desarrollo y facilitar la transferencia de la tecnología, etc.?

¿No ha sido la pandemia de COVID-19, por ejemplo, una crisis que puso a prueba la solidaridad y reveló el resurgimiento de un egoísmo nacional reforzado con la guerra en Europa del Este y sus consecuencias energéticas y alimentarias?

En cuanto a la cuestión de la paz y la seguridad, que sigue siendo un desafío común y colectivo, reconozcamos que la contribución de la Comunidad euromediterránea a la solución de los conflictos no está a la altura de su magnitud civilizatoria, histórica y cultural, así como del desafío de la seguridad colectiva. La paz en Oriente Medio parece hoy más lejana de lo que era a comienzos de los años noventa. No obstante, debemos tener en cuenta que, al igual que Oriente Medio ya no puede permitirse nuevos conflictos o la persistencia de los conflictos crónicos que han afectado a la región, sus pueblos anhelan la paz y cabe para dos Estados palestino e israelí, que conviven de forma pacífica. La población del Oriente Medio está harta de las guerras y es hora de que convivan en paz, una paz justa y duradera que brinde nuevas perspectivas de cooperación en la región y haga frente al extremismo, la intolerancia y la violencia.

A propósito de la migración, es vergonzoso que la comunidad internacional se acostumbre a ver imágenes de olas del Mediterráneo que engullen a miles de personas cada año, especialmente jóvenes que arriesgan sus vidas en busca de medios de sustento o seguridad porque las vías migratorias regulares hacia el norte están cerradas. En vez de que el Mediterráneo sea un mar de esperanza, comunicación e intercambio, se ha convertido en un lago que, más que otros cruces marítimos, está asociado a tragedias humanas.

Si los derechos humanos y los lemas de la integración también se someten a prueba en el ámbito de la migración, nosotros - los políticos democráticos - debemos corregir una serie de prejuicios sobre la migración, especialmente en África. Su Majestad el Rey Mohammed VI, que Dios le glorifique, lo ha llamado así durante años, cuando explicó que la migración africana se produce principalmente dentro de los países africanos, ya que de cada 5 migrantes africanos, 4 permanecen en África, y que la migración ilegal representa solo el 20% del volumen total de este fenómeno, y que el 85% de los ingresos de los migrantes se gastan dentro de los países de acogida, según precisó Su Majestad el Rey en su calidad de líder de la Unión Africana en materia de migración.

Señoras y señores

Aquellos que arriesgan sus vidas migrando se ven obligados a abandonar sus países por necesidad, en busca de seguridad, debido a la sequía o las condiciones de instabilidad. Por lo tanto, debemos dejar de instrumentalizar la migración en las subastas políticas y electorales en Europa. Por el contrario, debemos colaborar para encontrar soluciones colectivas que garanticen la dignidad de los migrantes que, como lo hicieron sus antepasados, contribuyen a la construcción de la economía europea después de la guerra y durante la época colonial.

Señoras y señores

Uno de los objetivos de nuestra Asamblea Parlamentaria es contribuir a la consolidación de la asociación entre nuestros países, en la región mediterránea y en el mundo, así como a la creación de un espacio económico inclusivo que prospere en el marco de la estabilidad, la paz y la democracia, cuyos frutos beneficien a todos, y donde prevalezcan los valores de tolerancia, coexistencia, incluido el respeto mutuo. Sin embargo, permítanme recordarles que las prácticas de ciertas potencias políticas en Europa van en contra de esta perspectiva. Estas prácticas perturban e incluso impiden el establecimiento de asociaciones equilibradas y justas mediante sus esfuerzos por imponer su tutela a los socios e interferir en sus asuntos internos y en sus instituciones constitucionales y prerrogativas. Lamentablemente, esto se hace sobre la base de informes falsos, erróneos, aislados y hechos sobre petición para servir a fines premeditados. Reitero nuestra condena enérgica de estas prácticas, tal como se refleja en la recomendación del Parlamento Europeo, y reafirmo que las asociaciones no son compatibles con impartir lecciones, y con las tendencias patriarcales, arrogantes y de tutela. Además, nuestro estatus avanzado en nuestra relación con la Unión Europea y nuestras asociaciones estratégicas con esta organización se fundamentan en valores y principios antes que beneficios, los cuales son muchos. Por consiguiente, estamos orgullosos de ello y nos aferramos a ello. 

Señorías, ustedes son testigos de las valiosas contribuciones del Reino de Marruecos a la asociación euromediterránea y a la creación de sus mecanismos parlamentarios. Nuestro Parlamento contribuyó valiosamente a la Conferencia Interparlamentaria sobre la Seguridad y la Cooperación en el Mediterráneo desde principios de los años noventa y a su transformación en una asamblea parlamentaria que hoy constituye el marco que nos reúne, dado que presidimos su sesión constitutiva y asumimos la Presidencia en la persona del Presidente de Honor al que ustedes rinden homenaje hoy, así como habíamos acogido varias de sus reuniones.

Al mismo tiempo, contribuimos de manera decisiva a la creación del Foro Parlamentario Euromediterráneo en 1998, que se convirtió en una Asamblea Parlamentaria en Atenas en 2004, y que hoy lleva el nombre de la Asamblea Parlamentaria de la Unión para el Mediterráneo, ya que nuestro hermano, el señor Abdelouahed Radi, fue copresidente del foro parlamentario desde su creación junto con los Presidentes del Parlamento Europeo en ese momento, hasta que se transformó en una asamblea parlamentaria. Los archivos audiovisuales y escritos del Parlamento Europeo deben conservar sin duda la contribución esencial del Parlamento marroquí a la creación de estos mecanismos, así como lo que esto requirió en un contexto que todos ustedes conocen.

Asimismo, son testigos del hecho de que el Reino de Marruecos, este Estado arraigado que se complace en acogerles, es un país que "asume sus responsabilidades internacionales y regionales en varias cuestiones internacionales fundamentales: la lucha contra el terrorismo, los esfuerzos por la paz, la gestión humanitaria y solidaria de la migración, la intervención contra las causas de los desequilibrios climáticos, la solidaridad para el desarrollo y el intercambio de experiencias, especialmente con nuestros hermanos africanos.

Los países del sur y este del Mediterráneo, incluyendo el Reino de Marruecos, disponen de instituciones constitucionales, todos los mecanismos, partidos políticos y organizaciones civiles necesarios para poner en marcha, proteger y controlar el respeto a los derechos humanos. Por lo tanto, sus instituciones y opciones deben ser respetadas y nadie debe interferir en sus asuntos internos.

Todos deben ser conscientes de que la democracia no se construye mediante fórmulas externas. La democracia es el resultado de la acumulación, la construcción y las instituciones, teniendo en cuenta que nadie niega la condición esencial de esta construcción, que son elecciones libres y transparentes con la participación de las fuerzas políticas que creen en la democracia y que nuestros países organizan de manera habitual.

En cambio, la fuerza de la cuenca mediterránea radica en el grado de manifestación de la racionalidad, al igual que las grandes figuras como Aristóteles, Averroes y Descartes, y en el sincero deseo de recuperar el espíritu de Fez, Atenas, Granada, Roma y Alejandría, un espíritu de convivencia, tolerancia e intercambios culturales y materiales, en lugar de la fragmentación y el desprecio de los socios.

Una vez más, les doy la bienvenida y les agradezco su atención.